Marvel pisa fuerte otra vez con Thunderbolts, su nueva apuesta cinematográfica que aterriza este 30 de abril en cines de todo el mundo. La película, dirigida por Jake Schreier y protagonizada por Florence Pugh, Sebastian Stan y David Harbour, no trae a los típicos salvadores del universo: su esencia está en lo contrario. Esta vez, los protagonistas son antihéroes, personajes marcados por sus errores, pasados turbios y una humanidad desbordante.
Después de una Fase 5 con más decepciones que éxitos, Thunderbolts se perfila como un soplo de aire fresco. Y no solo porque ofrece algo distinto, sino porque conecta emocionalmente desde lo humano, sin dejar de ser espectacular visualmente. Conectando directamente con la próxima entrega de Vengadores: Doomsday, la cinta también sirve como puente hacia la esperada Fase 6 del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), donde se buscará reconquistar a una audiencia que ha empezado a perder el entusiasmo.
Thunderbolts redefine el heroísmo
El grupo está compuesto por caras ya conocidas en el UCM: Yelena Belova (Pugh), Bucky Barnes (Stan), Guardián Rojo (Harbour), Fantasma (Hannah John-Kamen), Supervisora (Olga Kurylenko) y John F. Walker (Wyatt Russell). Lo que los une no es una vocación heroica, sino un pasado roto, y el dudoso privilegio de haber sido reclutados por Valentina Allegra de Fontaine (Julia Louis-Dreyfus), la nueva directora de la CIA, para una misión suicida con implicaciones globales.
La historia no parte del típico «formemos un equipo para salvar el mundo», sino de una coacción casi despiadada. Sin embargo, a través de sus errores, traumas y conflictos, estos personajes logran convertirse en un verdadero equipo. Su dinámica en pantalla es una de las grandes fortalezas de la película, combinando humor, tensión y momentos emotivos que aportan un realismo poco común en las producciones recientes de Marvel.
Thunderbolts y la humanidad como superpoder
Más allá de las secuencias de acción, las coreografías brillantes y un villano a la altura, lo que realmente distingue a Thunderbolts es su carga emocional. El guion se atreve a hablar de salud mental, del peso del trauma y de cómo encontrar redención en el peor de los contextos. Todo sin perder el ritmo ni dejar de entretener.
Esa dualidad entre espectáculo y emoción convierte a la película en una de las más redondas de los últimos años para Marvel. No promete salvar la franquicia de un solo golpe, pero sí demuestra que aún hay historias frescas, personajes carismáticos y propuestas capaces de reconectar con el público.
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