Colesterol Enemigo Silencioso del Corazón.

Las enfermedades cardiovasculares continúan siendo la principal causa de muerte en el mundo, y uno de sus factores más silenciosos pero peligrosos es el colesterol elevado. Aunque muchas veces pasa desapercibido, este componente graso puede poner en jaque la salud del corazón sin mostrar señales claras hasta que ya es demasiado tarde.

Colesterol alto y sin síntomas

El gran reto del colesterol alto es su capacidad de pasar desapercibido. En sus primeras etapas no suele causar molestias, pero cuando se mantiene elevado durante mucho tiempo puede generar síntomas como fatiga, mareos, tinnitus (pitidos en los oídos), aumento de la presión arterial, pequeñas protuberancias amarillas bajo la piel (xantomas) o dolor en las piernas. En los casos más graves, puede provocar infartos o accidentes cerebrovasculares.

Los chequeos médicos periódicos y análisis de sangre son clave para detectar a tiempo cualquier desequilibrio en los niveles de colesterol, especialmente el LDL (lipoproteína de baja densidad), conocido como “colesterol malo”, que tiende a acumularse en las arterias formando placas que dificultan la circulación.

En contraste, el HDL (lipoproteína de alta densidad), o “colesterol bueno”, se encarga de eliminar el colesterol malo de los tejidos y llevarlo al hígado para su eliminación. Mantener el balance entre ambos tipos es crucial para proteger el sistema cardiovascular.

Colesterol Enemigo Silencioso del Corazón.
Colesterol Enemigo Silencioso del Corazón.

Colesterol y estilo de vida

Existen factores de riesgo modificables que influyen directamente en los niveles de colesterol. Una dieta rica en grasas saturadas, azúcares refinados, el sedentarismo, el sobrepeso abdominal, el consumo de alcohol o tabaco, el estrés crónico y la falta de sueño son algunos de los más comunes. También hay factores no modificables, como la genética, la edad o los antecedentes familiares.

La buena noticia es que, con pequeños ajustes en la rutina diaria, es posible mantener el colesterol bajo control. Comer frutas y verduras ricas en antioxidantes como los frutos rojos, espinacas, tomates o brócoli; incorporar grasas saludables como las del aguacate, pescados grasos (salmón, atún, sardinas), aceite de oliva y frutos secos; y optar por granos integrales, legumbres y fibra soluble presente en alimentos como avena, lentejas o manzanas, puede marcar la diferencia.

También se recomienda añadir especias antiinflamatorias como el jengibre, cúrcuma, canela o ajo, que no solo mejoran el sabor, sino también la salud.

Más allá del colesterol, una alimentación enfocada en la salud cardiovascular mejora el control del azúcar en sangre, favorece la digestión, reduce la inflamación, evita atracones y mejora el bienestar emocional. Incluso puede tener un impacto positivo en la piel y los niveles de energía diarios.

Prevenir el colesterol elevado no se trata de eliminar completamente las grasas, sino de aprender a elegir las adecuadas. El corazón lo agradecerá.

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