En sus 212 años, Barranquilla no solo celebra historia, sino también su nuevo papel como epicentro del turismo en el Caribe colombiano. Con escenarios vibrantes como el Gran Malecón, el Ecoparque Ciénaga de Mallorquín, la playa urbana de Puerto Mocho y los icónicos barrios Abajo y El Prado, la ciudad ha captado la atención de visitantes nacionales e internacionales que buscan experiencias distintas y auténticas.
Turismo: del río al manglar
El Gran Malecón es el protagonista indiscutible de este auge turístico. A orillas del imponente río Magdalena, sus 5.5 kilómetros ofrecen desde restaurantes con sabores del Caribe, como el famoso Caimán del Río, hasta zonas de arte, deporte y relax. Es el sitio favorito para locales y turistas: más de 34 millones de visitantes lo han recorrido desde su inauguración en 2017. Aquí es obligatorio tomarse la selfie con la estatua de Shakira o embarcarse en un viaje por el Riobús.
Por su parte, el Ecoparque Ciénaga de Mallorquín ha traído consigo un nuevo impulso al turismo de naturaleza. Este pulmón verde, que alberga más de 150 especies de aves, se ha convertido en un santuario para los amantes del aviturismo, el senderismo y los deportes acuáticos no motorizados. Todo en medio de manglares que parecen salidos de una postal.
Turismo cultural con sabor local
En otra esquina del mapa barranquillero, el barrio Abajo brilla como emblema cultural y punto neurálgico del Carnaval. Declarado Bien de Interés Cultural, sus casas pintadas con murales, sus ruedas de cumbia y el Museo del Carnaval transportan a los visitantes al alma festiva de la ciudad.
El barrio El Prado, con su arquitectura de los años 20 y sus jardines de robles y lluvias de oro, suma un valor patrimonial impresionante al recorrido. Proyectos como los Callejones de El Prado buscan preservar esta memoria histórica con arte urbano en murales que cuentan historias barriales.
Y como joya emergente, Puerto Mocho se ha posicionado como la playa urbana que todos quieren conocer. A solo unos pasos del centro, esta playa conecta río, ciénaga y mar, y ofrece una experiencia diferente, sea a través de un paseo en tren turístico o caminando por su sendero ecológico.
Con este abanico de opciones, Barranquilla ha dejado de ser solo una ciudad de paso. Hoy, su apuesta por el turismo se traduce en experiencias únicas que fusionan lo natural, lo urbano, lo patrimonial y lo festivo, dejando claro que sí, en Barranquilla uno se quiere quedar.
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