Llantas descuidadas: el error más común al conducir
Circular con llantas en mal estado es más peligroso de lo que muchos piensan. Aunque se les da menos atención que al motor o al aceite, estos “zapatos” del carro juegan un papel clave en la seguridad vial y el rendimiento del vehículo. Fallar en su cuidado puede provocar desde accidentes hasta un gasto innecesario en combustible. Y sí, todo empieza por hábitos simples que muchos ignoran.
Uno de los errores más comunes es conducir con llantas con presión incorrecta. Ya sea por olvido o por desconocimiento, no revisar su presión con regularidad puede provocar desgastes irregulares, menor adherencia al asfalto y más consumo de combustible. La recomendación es clara: revisarlas al menos una vez al mes, siempre en frío.
Además, muchos olvidan rotar las llantas cada cierto tiempo. Este paso es vital porque las delanteras y traseras se desgastan de forma distinta. Sin rotación, algunas se deterioran más rápido, lo que reduce su vida útil y puede afectar el equilibrio del auto.
Más allá del desgaste: claves para cuidar tus llantas
El desgaste es inevitable, pero debe ser controlado. Por ley, la profundidad mínima de la banda de rodamiento debe ser de 1,6 mm. No obstante, hay algo más preocupante: el desgaste irregular. Muchas veces, las llantas pueden parecer en buen estado por fuera, pero estar deterioradas por dentro, algo que solo se detecta al revisarlas con detalle.

Este tipo de desgaste puede deberse a problemas de alineación o balanceo del vehículo, lo que también genera vibraciones y reduce la estabilidad al conducir. En esos casos, las llantas actúan como señales de alerta: si algo no marcha bien, ellas lo hacen notar.
Otro punto crítico es el estado físico de las llantas. Golpes con bordillos, baches o simplemente el paso del tiempo pueden generar deformaciones o grietas. En estos casos, lo mejor es consultar con un profesional, ya que una llanta dañada compromete seriamente la seguridad.
Llantas viejas, problemas nuevos
El envejecimiento de las llantas es silencioso pero real. Aunque conserven dibujo, pueden perder eficacia con los años, sobre todo si han estado expuestas a agentes externos como el sol o productos químicos. A partir del quinto año de uso, es recomendable revisarlas cada año, y sustituirlas si superan la década.
Y no te olvides de la llanta de repuesto, esa gran olvidada. Debe estar en perfecto estado y con la presión correcta. De nada sirve tener una si, en el momento crítico, no responde.
Cuidar tus llantas es más que una cuestión de estética o ahorro: es una apuesta directa por tu seguridad y la de todos en la vía.
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