Francisco Javier Flórez Bolívar tiene claro de dónde viene. Un día después de convertirse en director del Archivo General de la Nación puso un mensaje en su cuenta de X en el que comparaba una imagen de su colegio durante la primaria, el Cooperativo de Cascajal, un corregimiento del municipio de Magangué, Bolívar, con una foto de su posesión. “Agradezco a Gustavo Petro y a Juan David Correa por abrir espacios para que las sensibilidades afrocaribes de las que provengo lleguen al AGN”, escribió cuando empezaba oficialmente su nuevo cargo.
“Y eso que quería poner otra foto que no encontré -cuenta entre risas-. Una en la que yo, muy pequeño, me iba con mi tío a las reuniones de la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos)”. Y es que Francisco, hijo de un campesino y una artesana del sur de Bolívar, alguien que pudo estudiar y salir adelante gracias al esfuerzo de sus padres, sabe que su origen es clave. No solo para definir quién es, sino para entender cuáles serán sus prioridades y su visión al frente del archivo.
Una visión que gira en torno a una idea: narrar y pensar el país en términos culturales “complejos”. Y complejos significa ampliar la mirada para dimensionar el peso que lo regional, lo que muchos ven como “periférico”, tiene dentro de la estructura de esta Nación. “Y lograr esa memoria compleja, esa memoria que le da cabida a la pluralidad solo es posible si todas esas sensibilidades, las sensibilidades afro, indígenas, caribes, pacíficas, del suroccidente del país, y todas las demás, aterrizan en estos espacios del Estado para ayudar a pensar esta nación de manera más compleja”, explica.
Esa, además, es la visión que él ha tenido durante toda su vida. Desde que entró a estudiar historia en la Universidad de Cartagena, cuando hizo maestría y doctorado en la Universidad de Pittsburg -gracias a múltiples becas- y a lo largo de su carrera académica y profesional siempre tuvo en la mira las voces, geografías, sonidos, rostros y poblaciones que normalmente no aparecían dentro del relato histórico oficial.
Primero trabajó el mundo de los artesanos, luego el de los obreros y más tarde interceptó ambas visiones con discusiones sobre lo racial.
Hace un año, de hecho, lanzó La vanguardia intelectual y política de la nación: historia de una intelectualidad negra y mulata en Colombia, 1877-1947 (Crítica), un libro en el que narró parte la historia del país a través de los intelectuales mulatos y afrocolombianos nacidos en las costas Caribe y Pacífica. Ese libro ha sido un pequeño suceso, tanto que hace pocas semanas se lanzó su segunda edición, algo poco usual para una investigación académica.
“Yo creo que el éxito del libro se debe a la forma en la que está contado: con un lenguaje atractivo cercano a la gente -explica Flórez-. Yo, conscientemente, intenté bajarle mucho a las referencias y al lenguaje académico. Y eso es lo que queremos hacer acá en el Archivo, hablarle a la gente”.
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