Un “Amor” polémico que desafió censuras
En 1981, una película titulada Amor sin fin revolucionó Hollywood no tanto por su historia romántica, sino por la controversia que generaron sus escenas subidas de tono protagonizadas por Brooke Shields y Martin Hewitt. El filme, dirigido por el prestigioso Franco Zeffirelli, recibió inicialmente la temida calificación X por parte de la MPAA, lo que casi la saca del circuito comercial y la empujaba a los rincones oscuros del cine para adultos.
La razón de esta decisión no fue el contenido explícitamente sexual, sino la edad de sus protagonistas: Shields era menor de edad, y la diferencia con su coprotagonista alcanzaba los once años. Aunque las escenas eran simuladas y la actriz no aparecía desnuda (gracias al uso de una doble), el tratamiento visual cruzaba los límites de lo que se consideraba aceptable para un público masivo en los años 80.
Un salto al cine con poco “Amor”
En medio de esta tormenta mediática, un joven Tom Cruise hizo su primera aparición cinematográfica. Con apenas 18 años, Cruise había dejado Nueva Jersey en busca de una oportunidad actoral que no encontraba en Nueva York, donde terminó trabajando como conductor de autobús. Fue en Los Ángeles donde su suerte cambió al ser elegido por Zeffirelli para un papel menor, pero fundamental en el desarrollo de Amor sin fin.
Aunque su intervención se limita a una escena donde cuenta una anécdota de su infancia, esta breve participación fue el inicio de una de las carreras más exitosas de Hollywood. Sin embargo, Amor sin fin no se recuerda por ser el debut de Cruise, sino por el ruido mediático que provocaron sus escenas románticas, el debate sobre la sexualización de menores en el cine y las tensiones con la censura.
“Amor” en tiempos de escándalo
A pesar de tener que modificar la película cinco veces para lograr una clasificación R (que permite su proyección en salas comunes con restricciones para menores), Amor sin fin recaudó más de 32 millones de dólares a nivel mundial, superando con creces su presupuesto de 9 millones. Lo paradójico es que el atractivo principal para el público no fue la historia de amor ni su estética romántica, sino la curiosidad por ver a Brooke Shields en escenas eróticas.
En retrospectiva, la película es una cápsula de una época en la que Hollywood se debatía entre la provocación y la censura, entre la libertad artística y los límites morales. Y también, aunque casi nadie lo recuerde, fue el punto de partida para un joven actor que cambiaría para siempre la industria del cine: Tom Cruise.
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